lunes, abril 14, 2008

Alegremente a tu lugar

¿Hasta cuándo, vas a insinuarte con Chela?

Deja ya la columna que te han asignado para andar lisonjando a tan bella dama.

¿Tus dos o tres amigos no te han dicho que a tu edad la sobonería no queda?

¿Acaso en el centro no te pueden dar espacio para la veitiúnica aventura de andar cruzando por entre cataratas?

¿O es que Juan Luis te ganó en popularidad con su formidable bicicleta?

Te la pasas hablando bien del que vaya a invitarte un café. Y ni siquiera del Starbucks, sino en cualquier huariquito miraflorino, que no llega a cinco lucas.

Qué pena que tu mundo no sea tan ancho, y que la alegría te sea ajena.

Si quieres comandar las tablas de alguna plaza y silenciosamente no esperas a que te llamen será porque -por más que lo sigas creyendo- no eres tan divo como crees.

Haz crítica, sí, que eso te encanta, sigue yendo al cine con el grandulón, dedícate a revisar guiones de las historias favoritas de algún escritor que sí es grande. Y si alguna chiquilla (o ya no tanto) de nombre Wendy te adula, ten por seguro que no es precisamente porque seas el platónico amor, sino porque así se asegura ella estar en algún plató más adelante.

Date tu lugar, gordito con voz de vieja, que buenos papeles -dices- has escrito, así que suave con el papelón.

CARLOS E. MONTALVÁN

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