Cuando nos remitimos al Diccionario de la Real Academia Española sobre el término onanismo, el resultado es el sinónimo masturbación.
Ahora bien, si prestamos atención a lo que es onanismo, no podemos dejar de revisar La Biblia en el Capítulo 38 del Génesis (para los curiosos). Resulta que como Er había sido malo a los ojos de Dios, el Todopoderoso se lo cobró, dejando viuda sin hijo, es decir, acorde con los tiempos, cultura e idiosincrasia, la mujer quedaría siendo un objeto sin dueño ni dependencia.
Según la ley, Onan debía casarse con Thamar, su cuñada viuda, para engendrar en ella el hijo de su hermano Er y así la mujer tuviera de quien depender y, sobre todo, pertenecer. Pero como el hombre es orgulloso, incluso desde el comienzo de la Historia Sagrada, Onan no atracaba la idea de tener un hijo suyo que no fuera suyo, pero sí de su hermano que a los ojos de Dios no era un buen elemento en la sociedad de ese entonces.
Es por ello que –delicadamente redactado en la Biblia- “vertía en tierra”, o en replana limeña, “la daba afuera”. Es decir, era un coitus interruptus.
¿Y qué viene a ser esa frase que parece lema de escudo de universidad? Pues nada más y nada menos que el conocido “marcha atrás”. Y no estoy siendo sarcástico, pues es también conocido con este término, a pesar que parezca vergonzante final de los añejos “Chistes de Quevedo”.
Onanismo, entonces, no debería ser equiparado a masturbación. Es más, ha sido un método anticonceptivo de contracepción desde muy antiguo, tanto que lo encontramos en el libro de libros. Y, aunque poco fiable, pues nadie asegura que el fluido de Cowper esté libre de espermatozoides, ha sido decisivo en el control de la natalidad de muchos ciudadanos del mundo, especialmente por su bajo costo. Hago la acotación que por no ser método natural, esa masa está condenada…
Ahora bien, este sujeto fue también de desagrado a los ojos de Dios explícitamente por la conducta mostrada frente a Thamar, por lo cual corrió la misma suerte del primogénito Er.
Para finalizar, la intención de este artículo es expresar mi deseo de reivindicar al buen Onan para que no se le mezcle con aficionados a la manual lubricidad del instinto primario.
CARLOS E. MONTALVÁN
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