martes, diciembre 20, 2005

Un regalo para el Perú*

El conocimiento de la verdad (sin mayúsculas para no chocar con la filosofía) es un privilegio del ser humano. Nuestra condición de seres pensantes y dotados de una conciencia nos hace capaces de la reflexión, condición previa al compromiso. No obstante, el hecho que seamos humanos no nos hace conocedores de la verdad, pues debe existir una intencionalidad por conocer, tener una razón para conocer.

Partiendo de este hecho, nosotros católicos bautizados, con la comunión, confirmación e incluso algunos casados, tenemos una necesidad por conocer, por conocer a Dios, la Verdad. En ese proceso de develamiento van apareciendo diversas verdades, hechos comprobables en la realidad.

Para bajar un poco a tierra, parte del descubrimiento como comunidad -ente inexistente como tal pero que en su conjunto significa una realidad de personas unidas por el mismo Cristo- fue, en los últimos años, esa conexión con la CVR. Un poco porque la sensibilidad social está ligada a las prioridades comunitarias (pues no podemos ser tan soberbios de pregonar aún la opción preferencial por los pobres al cien por cien), pero más porque Gastón fue parte de este arduo trabajo y por ser asesor religioso de la comunidad nos fuimos congregando alrededor de ésta.

Lecturas de las Conclusiones y Recomendaciones, diálogos encendidos y discusiones vía e-mail fueron pan de cada día determinado tiempo. El Taller de la Memoria es un trabajo que, al igual que el Informe Final de la CVR, va quedando relegado en las prioridades ciudadanas. El tiempo que nos toma leer, dialogar y pensar es muy peligroso, porque si somos conscientes de lo que estamos haciendo es imperioso el compromiso con lo revelado.

No voy a hacer perder el tiempo, a quien me lea, repitiendo cifras y/o hechos descubiertos por la CVR, ya que si tiene en las manos esta revista tiene siquiera una noción de lo que ella fue.

En su lugar deseo compartir algunas reflexiones en torno al tema.

Nos encontramos en un tiempo de preparación, de espera. El problema es ¿qué estamos esperando?, ¿para qué nos estamos preparando? Unos dirán que para la segunda venida de Cristo, otros para que el Niño nazca en nuestros corazones. Sin embargo para lo que sirve este tiempo de Adviento es para prepararnos a una venida triple: la primera cuando el verbo se hizo carne, en el vientre de María, la segunda es constante y perenne, la que se da en nuestras almas; y la tercera que es la de la Gloria.

En este sentido, y tratando de hacer real la espera en el Cristo encarnado, no hay mejor forma que la de encontrar la vida que en quienes la perdieron. No me refiero a la cifra de la que algunos necios se rieron y de las que pidieron Documento de Identidad, sino en primer lugar de la vida que perdieron quienes se quedaron sin un padre, de a quienes violaron a su madre, de los que esperan el día de los muertos y no saben a dónde ir a llorar. De los peruanos que vivimos de espaldas a la Cordillera de los Andes, de los ciudadanos que desconocíamos a los asháninkas, de los limeños que volteamos la cara a Villa el Salvador, de quienes pedían rabiosamente la pena de muerte.

Es contradictorio, pero la vida se encuentra también en la muerte. La vida está en el pueblo de Ayacucho que luchó contra Sendero y se defendió de los abusos militares, la vida está en los comedores populares dirigidos por los clubes de madres que, a pesar de las amenazas, siguieron alimentando a sus hijos aún a costa de su vida. La vida está en las páginas abiertas del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. La vida está en reconocer las vidas de nuestros hermanos caídos. La vida está en generar interés por aquellas vidas a nuevas vidas.

Es hermoso y emocionante recibir un regalo luego de haber encendido religiosamente (irónico, ¿no?) las velitas cada domingo en la Misa, en casa o haciendo una oración. Es hermoso también observar la sonrisa de quien recibe nuestro regalo y con satisfacción nos dice: gracias. Pero ¿cuál es el regalo que le haremos al Perú en esta Navidad?

Hacer un Perú mejor, reza el consabido dicho. ¿Y cómo se logra un Perú mejor? No botando los papeles en el suelo… por último los arbitrios pagan a quienes barren las calles. No cerrándole la ventana de nuestro auto al niño que vende golosinas… pero después de un día estresante e inacabable, no estamos para aguantar “cosas”. Y siguen justificaciones.

El Taller de la Memoria es un regalo infinito para el Perú. Con orgullo recuerdo que lo crearon Cecilia Tovar y Mariella Bazán, quienes nos regalaron la posibilidad de conocer la verdad y dar a conocerla.

Solemos explicarnos ante los demás aduciendo que “no tenemos tiempo”, y hasta cierto tiempo es verdad. Yo no tengo tiempo. Pero un grupo de alumnos de colegio que cursan un grado muy difícil, que no tenían tiempo -igual que yo- necesitaban conocer el Taller de la Memoria. Y se hicieron un tiempo. Y solicitaron mi tiempo. Y me hice un tiempo. Y me dieron su tiempo.

En ellos ha quedado la tarea de seguir dando a conocer la verdad, la del Taller de la Memoria, la de la CVR, la de nuestra patria, la del Perú.

Dios quiera que la comunidad se pueda dar un tiempo para el Taller de la Memoria. Tal vez así, sin necesidad de irnos hasta descampados parajes o presentar proyectos de ley que permitan invertir millones de soles del presupuesto nacional, le podamos hacer un bien al Perú. Conociendo y dando a conocer para, finalmente, llegar a la verdad.
CARLOS E. MONTALVÁN


*Artículo redactado para la edición de fin de año 2005 de la revista "DECA" de la Comunidad Laical SS.CC. "Héctor de Cárdenas".

jueves, diciembre 08, 2005

¿Quién es quién en Navidad?

Hace unos días tuve la oportunidad de hacer notar a algunos alumnos que, si bien habían decorado de una manera muy alegórica su aula, hacía falta la persona más importante.
De hecho las guirnaldas tienen un significado importante, ya que simbolizan el verde de los prados que van despertando a la belleza de la madre naturaleza, o más bien a la Creación de Dios.

La Corona de Adviento tiene también un valor para la Tradición Católica, como es representar la etapa de espera, de preparación del advenimiento del Salvador, al cual nos venimos preparando en los salones cuando nuestros Titulares encienden las velas todos los días al iniciar la Tutoría y hacen la reflexión respectiva.

Sin embargo hubo un elemento que me llamó la atención: la presencia de Papá Noel.
Seguro es muy natural ver a este rollizo barbudo vestido de rojo y con una ropa que nos recuerda el frío del polo norte.

Pero la pregunta que le hice a mis alumnos fue: ¿qué tiene que ver este personaje con la Navidad?

Algunos no supieron qué responder, otros decían que era del profesor, otros que era el que traía los regalos.

Pero, ¿no fueron acaso Melchor, Gaspar y Baltasar quienes regalaron oro, incienso y mirra al Niño? Esto es, ¿en qué momento aparece Papá Noel en medio del Misterio de la Encarnación?, ese misterio que nos permite conocer al Hijo y a través de Él, conocer al Padre Bueno que es Dios.

Resulta que el martes pasado se celebró el día de San Nicolás, personaje que, vestido de púrpura -pues era Obispo- les entregaba regalos en Noche Buena a los niños más pobres de su localidad. Este Santo, ejemplo de virtudes propuesto por la Iglesia, para que nosotros los fieles tengamos un modelo de vida a seguir, se ha convertido en el verdadero símbolo de la Navidad. Lo peor de todo es que ya ni siquiera es San Nicolás.

En Chile le dicen el Viejo Pascuero, en los Estados Unidos es Santa, en Centroamérica Santiclos y aquí en el Perú Papá Noel.

Pero, ¿de dónde salió este advenedizo personaje? Pues simple, en una campaña navideña de The Coca Cola Company no tuvieron mejor idea que crear al rollizo, barbudo y colorín. ¿Para qué?, pues para añadirle a la Coca Cola el espíritu navideño. Es decir, se desvirtuó el papel de San Nicolás, presentándolo como un cansado viejo que al terminar de entregar regalos en su trineo con renos voladores (¿?) se deleita con una Coca Cola, como si San Nicolás hubiera probado la Coca Cola algún día de su vida, pues no existía todavía cuando hacía su obra de caridad.

Años más tarde este truco publicitario fue tomado por las más importantes casas vendedoras con un solo objetivo: generar el “ambiente navideño” a partir del ambiente creado por la Coca Cola. Es así que empiezan a aparecer los trabajadores disfrazados de este nuevo personaje, los muñecos que se tocan la barriga y dicen Jo Jo Jo, los sombreritos rojos con ese peluche blanco que por ser verano aquí en el Perú hace que te mueras de calor cuando te lo pones.

Ahora mismo, debemos aprovechar los días R para encontrar precios comodísimos, o los 7 Días Fantásticos para encontrar el regalo de nuestros sueños.

¿Y el Niño Jesús? Por ahí seguro, detrás del frondoso árbol.

Hace unas cuantas décadas los regalos eran traídos por los Reyes Magos, el 6 de Enero. Hoy en día los trae Papá Noel y si no hay un buen regalo, pues entonces no es una buena Navidad.
En lo personal no tengo nada contra el hoy tergiversado Papá Noel, pero definitivamente nos aleja de lo que realmente vale en la Navidad: el regalo que Dios nos hace al enviar a un Niño pobre, tierno y sin maldad a que cumpla la Misión de brindarnos la Salvación y a que se cumplan las Escrituras con su Vida, con la entrega total y absoluta, con ese amor que debe unirnos, con ese amor que basta y sobra porque no hay mayor regalo que el que da la vida por los demás.
Que pasemos una Feliz Navidad, con algún regalo seguramente, pero siendo conscientes de cuál es nuestro verdadero regalo.

CARLOS E. MONTALVÁN